I
LOS PAPELES VERDES
La
Universidad Gran Ciudad era una de las denominadas universidad de garaje;
funcionaba literalmente en una casa grande en donde se habían adecuado de
alguna forma aulas; su rector el cojo Carlos Zanopies, presumía de modo cínico,
a toda persona quien quiera escucharlo, que ésta era la auténtica universidad
privada, privada de internet, biblioteca, pizarras, computadores, proyectores,
laboratorios, o cualquier implemento normal en una universidad.
Contaba con orgullo que llegó a
Quito, con un papel que contenía la ley mediante la cual se aprobó la
universidad, ni un centavo para invertir, ni un dólar para iniciar, solo un
papel.
Y con ese papel, sin ninguna
inversión más, fue construyendo, si bien no una universidad, si un patrimonio y
una fortuna. El lujoso Audi parqueado a las afueras de la Universidad, daba
muestras de su riqueza personal en una universidad privada.
En el año 2010, el gobierno de
Correa impulsó una reforma al sistema de educación superior, que implicaba la
evaluación de todas las universidades; se procuraba mejorar el sistema y
posiblemente cerrar las universidades de garaje.
Eugenio Güeze era un ex
subsecretario de finanzas, que al caer en el desempleo buscó la forma de
trabajar en la Universidad, licenciado en Derecho, le huía al ejercicio
profesional, y realmente a cualquier empleo verdadero. Era el famoso supervisor
de ambientes, un fabuloso inspector del trabajo ajeno, con tales virtudes, era
el candidato perfecto para ser nombrado Director Nacional de Acreditación.
Luego de negociar un incremento salarial, que llegaba a ser el doble de lo que
ganaban los profesores, asumió su función con su acostumbrada diligencia.
Lo primero fue conseguir quien
hiciera el trabajo, y como la universidad no iba a pagar a otra persona,
contactó entre los estudiantes, alguno medianamente instruido; fue éste quien imprimió
las cincuenta hojas que contenían el modelo de acreditación, un trabajo nunca
antes visto; terriblemente motivado, Eugenio unió con cinta adhesiva todas las
hojas hasta conseguir una muy larga matriz por llenar.
Armado de su genial trabajo
manual, acudió donde el rector a plantearle las necesidades de la acreditación.
Zanopies sentía por él un profundo desprecio, le repugnaba su acentuada
vocación de lameculos, su pinta de señorito, su anquilosado pensamiento en la
burocracia añorada. Pero Güeze odiaba
también al rector, a quien consideraba francamente un ignorante, un mercader de
la educación, un burlador, un fraude, un engaño, que no podría escribir una
frase sin errar gramaticalmente, y en la suma de su procedencia costeña con su
legendaria astucia mercantil, simplemente un mono vivo.
Estos dos personajes se
aguantaban las ganas de vomitar cuando se encontraban, era un asco mutuo, una
nausea real, eran bicho y mierda, mierda y bicho.
Esta anécdota la contó Güeze. Eugenio entró a la oficina
del rector, y se enfrentaron entonces en apariencia dos formas de ver la
Universidad, le mostró su trabajo manual y todo lo que se debía hacer. El
rector le preguntó entonces:
-¿Y con cuántos papeles se
soluciona eso?
A lo que él ex burócrata
respondió:
-Se soluciona, pero con papeles
verdes.
Algo más debieron decirse, algo que
ninguno de los dos comentó, pero como resultado el rector quiso despedir a
Güeze por el atrevimiento de decirle que el problema de la acreditación de la universidad
se soluciona con mayor inversión. No se despidió a Güeze, por la intercesión
del profesor Jalvacar, a quien entonces escuchaba mucho el cojo.
Muchos años después el mono vivo,
necesitó de Güeze, para deshacerse del profesor Jalvacar, que había adquirido
según él, demasiado poder. Venciendo el asco, volvieron a reunirse los dos
personajes y pactaron. El rector nombró a Güeze como director del centro de mediación de la universidad y presidente del comité de ética, a cambio Güeze
desde su pequeña función debía deshacerse de todos aquellos que le hacían
sombra al rector, que le exigían aquellos papeles verdes para la universidad y
no para su cuenta personal y también del otrora poderoso Jalvacar.
El mundo está lleno de extrañas
simbiosis, las alimenta el odio, y la envidia, y la conveniencia, y se conjugan
entre ellas aún en pequeños espacios de poder.